Vení Alicia, apoyate en mi hombro y llorá.
Si, ya se lo que sentís, que es un energúmeno, que te deja así, hecha una idiota. Ya lo se. ¿Que cómo lo se? Porque yo también sufrí alguna vez el desamor, Alicia. Hace mil años, siglos, pero una tiene memoria, memoria emotiva le dicen los actores, y cuando veo a alguien llorar, como vos ahora, se me reeditan los recuerdos.
Al menos Alicia, le dijiste todo lo que se te atragantaba día y noche en las cuerdas vocales. Esas palabras que, al final, se te subían a los ojos y se transformaban en agua salada, palabras de dolor de los ojos.
Ya sería hora que dejaras de llorar, ¿no? ¿Cuántas lágrimas de quedan, Alicia?. Empezá a sanar nena, que se te seca el alma con tanta sal derramada.
Que no vale la pena, bien se dice, no más penas. Es una pena, si, que no lo hayas insultado, o una buena bofetada, a ver si se aviva, a ver si sufre por algo, alguna vez en su vida. Si, ya se, no podías ni putearlo ni pegarle, vos una lady, Alicia, pero entre nosotras: ¿no te hubiera gustado?
¿Qué decis? Claro que sé todo lo que te dijo, todo ese tiempo. Vos me lo contaste. ¡Pero Alicia!, hasta hace poco vivías desvelada por lo que no decía y callaba, y ahora, sufriendo por lo que decía! Palabras...¿Qué son las palabras? Si, para vos y para mi, y para muchos, las palabras son hasta nosotros mismos. Por eso te quedaste desvastada.
Ya va a pasar, como decía mi abuela, esto también va a pasar, vas a ver.
Vení Alicia, llorá tranquila.